Niños y altitud

Viajes con niños a Alpes

La altitud máxima por la discurre una ruta es siempre un factor a tener en cuenta a la hora de planificar una excursión, y especialmente si la realizamos en compañía de niños. A la climatología, más inestable cuanto mayor sea la altura, y a la intensidad de los rayos ultravioletas del sol, se le unen los efectos que tienen en el organismo la disminución de la presión atmosférica a ciertas alturas. Factores que si bien no nos deben echar para atrás en nuestras salidas con los más pequeños de la casa, si que es necesario tener en cuenta para disfrutar de la naturaleza con seguridad.

Por lo general las altitudes que podemos encontrar en España, a excepción de la cordillera Pirenaica, el Parque Nacional de Sierra Nevada o la cumbre del Teide, no superan, o lo hacen por muy poco, la cota de los 2.500 m. Una cifra simbólica que marca el inicio de la alta montaña y el punto a partir del cual ciertos organismos pueden comenzar a sentir los efectos del denominado mal de altura. Si bien es poco habitual que en nuestras rutas con niños rebasemos esta cota, hay que prestar siempre atención al comportamiento de los pequeños, especialmente si ganamos altura con rapidez, como ocurre al utilizar remontes o telecabinas, o al viajar a países extranjeros donde podemos encontrar altitudes muy superiores a las que estamos acostumbrados.

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Subiendo al Ruco Pichincha, en Ecuador (4.696 m)

A pesar de que los estudios no han demostrado que la afección de la altitud al organismo de los niños sea distinta a la de un adulto, sí que pueden mostrar mayores dificultades para expresar sus síntomas, especialmente los menores de 5-6 años, por lo que es importante estar atentos ante cualquier señal: mareos, dolor de cabeza, exceso de sueño o que se muestre más apático de lo normal.

Para evitar que esto ocurra realizaremos siempre ascensiones lentas, evitando en la manera de lo posible no aumentar más de 300 m al día una vez superada la barrera de los 2.500 m. Es importante recordar que los efectos del mal de altura pueden empezar a notarse al cabo de unas horas de haber alcanzado la cota máxima. Si sospechamos que el niño pueda estar viéndose afectado, es importante transmitirle calma y seguridad para propiciar una respiración tranquila y pausada, instándole a respirar por la nariz y expulsar el aire por la boca, y comenzar el descenso de cota cuanto antes.

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El dolor de oídos, asociado normalmente a un ascenso rápido en altura por medio de remontes o telecabinas, o al ascender en coche por una carretera de montaña, suele ser el principal problema que ocasiona la altitud en los niños. La previsión es la mejor solución en estos casos. Llevar siempre listo un caramelo o un chupete en su caso para favorecer la descompresión de los oídos al tragar, o limpiar las fosas nasales con una solución salina para favorecer la respiración, son el mejor remedio.

Pequeños detalles que nos permitirán disfrutar de la montaña con nuestros hijos con mayor tranquilidad y seguridad.

Niños y altitud. Recomendaciones

Con todo lo dicho es complicado establecer unas normas generales en relación a los niños y la altitud, ya que hay demsiados parametros en juego, no obstante la siguiente clasificación puede servir como referencia:

a) Hasta los 3 años evitaremos superar los 2.500 metros de altitud.

b) Entre los 4 y los 12 años evitaremos realizar esfuerzos físicos prolongados durante varias horas por encima de los 2.500 metros de altitud.

c) Entre los 12 y los 18 años evitaremos realizar cualquier tipo de esfuerzo por encima de los 4.000 metros.

niños y altitud

Cima de la tuca de Mulleres (3.009 m)

Texto extraído de nuestras guías de excursiones con niños:

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