Os proponemos descubrir el Pirineo aragonés con niños, desde los Valles Occidentales hasta el macizo de la Maladeta, un territorio fascinante donde se aúna como en ningún otro lugar la tradición y cultura de sus pueblos con una naturaleza que adquiere en estas montañas su máxima expresión.

En el Pirineo aragonés encontramos bravos ríos que se abren paso entre profundas gargantas, mágicos bosques de hayas y abetos que llenan de colores las laderas de los montes, encantadoras aldeas que descansan detenidas en el tiempo en el fondo de los valles o nieves perpetuas que engalanan cimas que se elevan más allá de lo imaginable.

Aquí os traemos algunas de esas posibilidades, excursiones y actividades para visitar en el Pirineo aragonés con niños. Tan solo una diminuta muestra de todas las opciones que el Pirineo aragonés nos ofrece y que hemos ido descubriendo al elaborar nuestra guía “Rutas con niños en el Pirineo aragonés”.

Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido

La gran joya del Pirineo es visita obligada para todo aquel que viaje a Huesca. Un paisaje imponente repleto de opciones para toda la familia. Desde un tranquilo paseo junto a las aguas del río Ara, en el Valle de Bujaruelo, pasando por la clásica excursión a la Cola de Caballo o a la Cascada de Cotatuero, hasta rincones algo menos frecuentados pero de igual belleza, como el Cañón de Añisclo, los miradores de Rebilla  o los llanos de Lalarri, permiten disfrutar en familia de paisajes difíciles de olvidar (ver guía completa de Ordesa con niños).

Valle de Benasque

A la sombra del macizo de la Maladeta, en el valle de Benasque, encontramos múltiples alicientes para disfrutar en familia del Pirineo aragonés. En la cabecera del valle discurre la popular excursión que desde la Besurta y en un agradable paseo se dirige al maravilloso Pla d´Aigualluts, situado a los pies del Aneto y su glaciar, el más grande de los Pirineos. Recorrer la villa de Benasque o subir hasta el Balneario de Baños de Benasque tanto en verano como en invierno, es una excelente opción para ir con niños pequeños. O realizar la popular y sencilla excursión a las Gorgas de Alba.

El valle de Tena

Si hay un lugar imprescindible en el Pirineo aragonés para ir en familia, ese es el valle de Tena (ver guía completa del Valle de Tena). Su excepcional orografía nos permite acceder de forma sencilla a alguno de los ibones más bellos del Pirineo aragonés, como el Ibón de Anayet, el de Espelunciecha, el de Ordicuso, o el de Piedrafita, muy cerca del Parque Faunístico de Lacuniacha.

El Valle del Aragón

El histórico valle del Aragón esconde mil y un alicientes para los niños. Desde los fabulosos paisajes de alta montaña que sin apenas dificultad podemos alcanzar con ayuda del telesilla de Astún, pasando por las fantásticas cuevas de las Guixas en Villanúa hasta la vibrante Jaca, con su Museo de miniaturas militares, los ciervos de su ciudadela o su pabellón de hielo abierto todo el año. La visita a la estación de Canfranc para descubrir su historia es otro de los imprescindibles… en el valle del Aragón siempre hay algo que hacer.

Aguas Tuertas

Enclavado en la cabecera del Valle de Guarrinza, en el corazón del Parque Natural de los Valles Orientales, se encuentra este auténtico paraíso entre montañas. La sencilla excursión a Aguas Tuertas, apta para toda la familia, nos permite descubrir un rincón mágico salpicado por las huellas de nuestros antepasados prehistóricos.

Y por si fuera poco, cerca de Aguas Tuertas encontraremos más alicientes para toda la familia, como los yacimientos megalíticos de la Selva de Oza, la Foz de Biniés o el Museo de Arte Contemporáneo al aire libre de Hecho.

Los mallos de Riglos

Sus inconfundibles paredes verticales que se alzan 300 m sobre las aguas del río Gállego, en el límite  natural entre el Pirineo y el valle del Ebro, atraen a escaladores de todo el mundo. Un espectáculo de la naturaleza donde también hay espacio para disfrutar en familia. Además de recorrer las pequeñas calles de Riglos y observar la progresión de los escaladores, no podemos perdernos la visita al Centro de interpretación de aves ARCAZ o al paredón de los buitres, uno de los mejores sitios para la observación de las grandes rapaces. Por si fuera poco, muy cerca se encuentra el mágico Castillo de Loarre.

Alquézar y el río Vero

A los pies de la villa medieval de Alquézar se encuentra uno de los cañones más espectaculares de la sierra de Guara: el cañón del río Vero. Entre grandes paredes rocosas y pozas cristalinas, se puede disfrutar del tramo final del cañón tan solo un buen calzado y un bañador. Una refrescante aventura para realizar en familia que desde el pintoresco puente románico de Villacantal nos permite recorrer sin prisas las tranquilas aguas del cañón hasta enlazar con las populares y emocionantes pasarelas del río Vero.

Los miradores de San Juan de la Peña

Situado en una posición privilegiada, el paisaje natural protegido de San Juan de la Peña y el Monte Oroel, cuna del Reino de Aragón, esconde un ecosistema sorprendentemente variado y repleto de vida. Un paisaje que a través de sencillos senderos para toda la familia nos permiten disfrutar de una panorámica única de los Pirineos y descubrir la excepcional historia de esta tierra.

Sobrepuerto

Está pequeña subcomarca del Pirineo aragonés, situada entre las tierras de Biescas y el valle de Broto, esconde lugares fascinantes que harán la delicias de los más pequeños. Es el caso la cascada de Orós Bajo, escondida entre las profundas paredes del barranco d´os Lucas, el lugar perfecto para refrescarse en los días de más calor, o simplemente para deleitarse con la belleza de la naturaleza, sus antiguas aldeas hoy despobladas, como la de Susín o Casbas de Jaca, o sus pintorescas ermitas, como la Ermita de San Cornelio y de la Cueva.

Las bordas de Biadós

Situado a las puertas del Parque Natural Posets Maladeta, en la cabecera del valle de Chistau o Gistaín, rodeado de enormes montañas y extensos bosques, y recorrido por las aguas del río Cinqueta, se encuentran las bordas de Biadós, uno de los más bellos paisajes humanizados del Pirineo aragonés.

Un territorio aislado durante años que conserva como en ningún otro lugar su cultura y tradiciones, incluyendo una lengua propia, el chistabino. Sus paisajes, congelados en el tiempo, son una invitación para realizar un pequeño viaje a otra época, cuando el hombre y la naturaleza vivían en armonía.

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